La lesión por latigazo cervical puede ocurrir por cualquier aceleración/desaceleración rápida de la cabeza y el cuello, y puede provocar un conjunto de síntomas como dolor de cuello, dolor de cabeza, mareos/pérdida del equilibrio, fatiga, depresión, irritabilidad, confusión mental, tinnitus, etc., que se agrupan bajo el término general de trastornos asociados al latigazo cervical (WAD, por sus siglas en inglés). Los datos actuales sugieren que casi la mitad de los pacientes con WAD experimentarán síntomas crónicos y el 15% puede presentar una discapacidad grave relacionada con el dolor severo. ¿Existen señales de advertencia que se manifiesten poco después de la lesión y que puedan ayudar a identificar a los pacientes en riesgo de sufrir síntomas crónicos y persistentes de WAD? Vamos a averiguar…
En un estudio de noviembre de 2022, los investigadores analizaron un año de datos sobre 740 pacientes con latigazo cervical y descubrieron que aquellos que experimentaron síntomas de estrés postraumático, hipersensibilidad sensorial, e incapacidad relacionada con el dolor de cuello al principio eran más propensos de sufrir WAD crónico al final del estudio. En un estudio separado, los investigadores observaron que los pacientes con latigazo cervical con mayor intensidad de dolor y disfunción sensorial y motora desde el principio eran más propensos de ver reducida su capacidad laboral un año después. Los resultados respaldan el concepto de que la WAD es una lesión compleja con varios mecanismos subyacentes.
¿Qué puede hacerse en la fase inicial de la atención para reducir el riesgo de cronicidad, especialmente en pacientes con WAD con uno o más de los factores de riesgo descritos anteriormente? En primer lugar, y lo más comúnmente asociado con la atención quiropráctica, es la adopción de un enfoque multimodal centrado en aliviar el dolor y mejorar la función. Esto puede incluir terapias manuales (manipulación, movilización, masaje, o técnicas de liberación de tejidos blandos), modalidades de fisioterapia (estimulación eléctrica, ultrasonido, láser, o de campo electromagnético pulsado), entrenamiento con ejercicios, punción seca, acupuntura, asesoramiento nutricional, y más.
Otro componente clave es la educación del paciente para que mantenga un estilo de vida lo más activo posible. Es decir, existe un equilibrio entre la modificación de la actividad para permitir que los tejidos lesionados tengan la oportunidad de sanar y el mantenerse activo para evitar que los músculos del cuello y los hombros (especialmente los músculos profundos que se utilizan para estabilizar el cuerpo y mantener una buena postura) pierdan su condición y se atrofien. Cuando estos músculos profundos se debilitan, los músculos superficiales que se utilizan para el movimiento tienen que tomar el relevo. Con el tiempo, los músculos pueden sobrecargarse, incrementado el riesgo de futuras lesiones. Los factores psicosociales como la depresión y la ansiedad suelen estar presentes en los pacientes con WAD, ya sea que se manifiesten en respuesta a una lesión o ya sea preexistente. Si los trastornos del estado de ánimo o los factores psicológicos pueden estar inhibiendo el progreso, el paciente puede ser referido a un profesional de salud mental para ayudar en la gestión conjunta de su cuidado.
Los médicos quiroprácticos tienen varias herramientas a su disposición para ayudarles a controlar la intensidad del dolor, la incapacidad, y la tolerancia a la actividad mientras el paciente está bajo su cuidado. Esto no sólo les ayudará a documentar su recuperación, sino también a realizar los cambios en su plan de tratamiento cuando sea necesario.
